sábado, 28 de julio de 2007

Aquello (parte V)

Raúl caminaba al lado del viejo, en línea recta desde la casa hacia aquel bosquecillo, sintiendo la brisa helándole el rostro, sin ninguna otra luz que la de la luna y la escopeta en la mano derecha. Se sentía valiente, corajudo, enfrentándose a la ignorancia del campesino y finalmente demostrándole que no existen misterios en la naturaleza, que todo es la estupidez de la mente humana. Avanzaban juntos pero en silencio, como al acecho…

Cuando finalmente llegaron, vieron luces que parecían estrellas fugaces en movimiento. El anciano palideció: el miedo invadía sus ojos. Raúl no decía nada, se escondió tras el tronco retorcido de uno de los árboles y le hizo una seña al viejo para que se acercase hasta donde se encontraba.

Ambos vieron a un hombre que se movía trazando círculos con dos antorchas, una en cada mano. En el suelo se veían pétalos de flores y también frutas esparcidas por el suelo: manzanas, mandarinas y chirimoyas. Raúl miraba aquella escena con una curiosidad burlona, pensaba que aquel hombre ridículo debía de ser el brujo celebrando algún florecimiento, amarre o lo que sea que hiciera para otras personas… pero… no. No había nadie más. El brujo estaba solo. Bailando. Agitando sus antorchas, en un trance estúpido. Fue entonces cuando Raúl escuchó algo que extrañamente le heló los huesos.

-
- ¡Hijo! ¡Escúchame y ven a mí! – gritaba el brujo pero nadie le respondía - ¡Ven! ¡Aliméntate con lo que te he traído!

Pero nada pasó. Aquel ritual duró media hora más en las que el brujo seguía clamando a alguien que no aparecía, rogándole en un comienzo y gritándole al final. El brujo se rindió. Apagó sus antorchas dejando la fruta y los pétalos a aquel a quien llamaba y se fue. El viejo, al costado de Raúl, no emitía ruido alguno, tal vez demasiado temeroso por lo que había visto.




lunes, 23 de julio de 2007

Aquello (parte IV)

El viejo se acercó como para susurrarle:

“Hace quince años que me remuerde la conciencia… hace quince años un primo mío embarazó a una chica. Él le dijo que abortara. El único problema era que él tenía que enterrar al niño y entonces me pidió que le ayudara… no sé por qué lo ayudé… porque un aborto es cosa seria y yo tenía miedo, se lo juro joven… Cuando llegamos al sitio donde íbamos a enterrar el feto empezamos a excavar la tierra, turnándonos para cavar uno mientras el otro cargaba el cuerpecito. Pobre niño sin vida, envueltito en una tela de yute que yo le conseguí porque su padre quería enterrarlo en una bolsa plástica; sintiéndolo friecito, muerto… cuando hicimos un hueco que nos pareció suficiente, lo pusimos ahí, lo cubrimos con tierra y encima pusimos una crucecita para que nos deje en paz… La gente que vive cerca a donde lo enterramos decía que oían niños llorando y que veían duendes correr bajo los algarrobos en las noches de luna llena… Gracias a Dios nadie sabía del entierro…”

- - -Debe ser un lugar feo, bastante cargado de malos espíritus – soltó Raúl con ironía.

- --Usted ha estado ahí durante el día, joven… sin darse cuenta, porque lo enterramos aquí en su fundo…

- - -No le creo – y una curiosidad rarísima surgía dentro de Raúl – lléveme hacia ese lugar.

- - -No está lejos de la casa, pero no se puede llegar en la camioneta, mire – y señaló hacia el fondo, hacia un bosquecillo de unos cien algarrobos torcidos, antiguos… - está más o menos a veinte minutos… Pero debe de ser mala idea ir porque es noche de luna llena y un brujo siempre viene a hacer sus artes durante la semana de la luna llena… nadie sabe bien qué es lo que hace pero aunque yo vigilo su propiedad joven, preferiría no acercármele… Nos puede hechizar…

- --Eso no es problema – Raúl corrió dentro de la casa y al volver traía consigo su escopeta… Raúl mismo no entendía qué le pasaba, por qué se sentía tan entusiasmado por conocer verdades que no se veían en la ciudad, por conocer cosas excepcionales – Si ese brujo nos quiere hacer algo, bueno; la pasará mal… es de carne y hueso ¿no? ¡Vamos! Quiero saber si es cierto, guíeme…

El viejo se mantuvo reacio en un comienzo pero finalmente accedió, aunque tampoco tenía una razón… Era como si algo lo llamara a ir, como si una curiosidad reprimida explotara y lo guiara hasta el lugar del entierro… como si… y pensó algo increíble, pero no le dijo a Raúl.