sábado, 6 de junio de 2009

Mi ciudad

Mi ciudad todavía tiene ese encanto de pueblo chico. De calles alumbradas por el sol de un atardecer rojizo. De un viento tibio endulzado por el suspirar de las flores que tratan de alcanzar las nubes tan distantes. Los colores, las formas, los objetos se me hacen tan entrañables, tan míos. A lo lejos alguien canta una canción acompañado por una guitarra y unas palmas que le ayudan balanceando el ritmo. Risas y sonidos. Muchachas lindas que conversan cosas tan increíbles que las hacen sonrojar pensando; tal vez en besos, tal vez en novios –…quién sabe – amor.
Así como extraño recorrer sus calles, extraño vegetar tendido en el jardín de la casa. Extraño a los amigos que podían llegar a horas inconcebibles, siempre inesperados; siempre bienvenidos. Extraño sus conversaciones que a veces parecían ser infinitas. Extraño también, ser yo en mi propio mundo, encerrándome en mis pensamientos en momentos en que sentía la necesidad de hacerlo.
El mundo ahora parece demasiado grande, inabarcable para mí. Es la primera vez que me siento diminuto, sin embargo, no tengo miedo ante la ciudad que me alberga ahora. No tengo miedo ante los tropiezos que puedan existir. Ahora mi vida está aquí. Este presente puede no ser lo que yo he querido, pero es el que recorro.
No he visto mi futuro todavía, no sé qué caminos ni qué ciudades recorrerán mis pasos, no sé dónde he de vivir ni quién me ha de acompañar. No he visto la cara de mis hijos ni he escuchados sus risitas… debe ser que todavía soy joven… sin embargo desde ahora ya reconozco que los últimos días de mi vida los he de pasar en mi ciudad. Con sus calles tibias, con su viento dulce, con la alegría de su gente y con sus muchachas sonriendo eternamente por amores que vendrán.