martes, 17 de junio de 2008

(Eng)años atrás

Un error lo comete cualquier y mi error fuiste tú. El cielo es el mismo desde eternidades pasadas, pero tú cambiaste rápidamente en el transcurso de unos pocos años. Fue mi error, lo admito, el hacer que nuestras vidas se cruzasen intermitentemente durante todos los años que duró el cariño. Una solución fácil habría sido dejarte ir, una solución aún más fácil y menos dolorosa; el que me alejara. No, no es lo mismo, no te confundas.

Siempre me sorprendió que te gustara vivir de apariencias. Tu mundo era más simple de lo que pretendía y porque lo conocía es que te quise tanto. Para mí no necesitabas envolverte en ropa llamativa. Para mí eras preciosa más cuanto menos era tu vanidad. Temía que tu vanidad te alejara de mi lado y mi temor se envolvió de realidad al final; cuando todo acabó. ¿Si me dolió preguntas? Prefiero no responder.

Te quería, pero ya no. También te lo dije al final, así que no creo que haya sorpresas. Comprendí – al final también – que tenías mucho miedo de convertirte en quien querías ser y te complacías pretendiendo. Sí, llámale rencor: un error lo comete cualquier y mi error fuiste tú.


"Se cansó de tanto soportar

el peso de un amor complicado

y al final ha reventado

manchándonos a los dos…

La sal ha escrito esta canción."

Bacilos, Manchados de Amor.

jueves, 5 de junio de 2008

Cartas sin nombre VI

"Se fue, se fue, se fue y me dejo pensando

Se fue, se fue, no sé si la vuelva a ver

Se fue, se fue, se fue y me dejo llorando

Se fue, se fue, que todo le vaya bien"

Carlos Vives, A las doce menos diez


Un suspiro y deseo regresar a esa noche. Tú sonreías y me mirabas de esa forma que sabías, me mataba. En tus ojos parecías entender cuánto te quería, cuanto te amaba ¿verdad? Era por eso que tu mirada me esclavizaba, buscando descifrar si los sentimientos que juraban mis labios eran verdaderos. Déjame decirte que nunca hubo nada tan verdadero…

Tal vez no recuerdes – no sé – que ya trataba de escribir desde hace un buen tiempo, desde antes de partir. ¿Recuerdas que no te dejaba leer lo que escribía? No era porque no quisiera mostrarte todo lo que inspirabas si no porque sentía vergüenza de que no fuera lo suficientemente bueno para ti. Tal vez me hubieras respondido con una carita enrojeciéndose y sonriendo; yo miraría el suelo avergonzado y sonriente también, esperando un beso que llegaría pronto. Muchas veces es inútil resistir el impulso a recordar, peor aún el impulso a recordarte.

Las palabras – ahora – se ven solitarias y tristes sobre el papel pues a quien iban dirigidas no se encuentra ya conmigo. Todo el desorden de mis escritos se arremolina en sufrimientos infinitos. Trato de no extrañar y no lo consigo.