jueves, 27 de marzo de 2008

Desamor

Desamor. Sin amor. Las parejas que caminan por la calle, tomadas de la mano; sonrientes; te repugnan. En el corazón de un enamorado la vida es simple y feliz: la alegría reside en la otra persona. En el corazón de un desenamorado la vida es simple y feliz: la alegría radica en el egoísmo de la propia existencia.

La lluvia continúa e invade las callejuelas de la ciudad; callejuelas que nunca te tomaste el tiempo para visitar pero que conoces de toda una vida. En alguna de esas calles, en el rincón menos pensado puede que se esconda el corazón que espera compartir tu felicidad. O puede suceder que se encuentre a miles de kilómetros de distancia, esperando encontrarte. Con el sonido de la vida, del mundo; estos pensamientos se te van convirtiendo en indeseables y de indeseables pasan a difuminarse; y así, con el aire del desencanto de cariños pasajeros; vuelan lejos, llevándose la promesa de un amor a otros que quieran atenderlos.

Para quien no está enamorado las frases que se dicen las parejas no son más que mentiras con propósitos distintos. Ya hace tiempo que no las escuchas, ya hace tiempo que no las dices; y eres feliz en tu egoísmo.

jueves, 13 de marzo de 2008

Dos Orugas

Dos orugas comían de la misma hoja de un árbol. Una era blanca y la otra, verde. La oruga verde amaba a su compañera, mas esta no sabía que hacer pues nunca había conocido el amor. La oruga verde no se dejó abatir y velaba cada momento de la vida de su ser querido en secreto, siguiéndola a cada hoja donde se moviera, dejándole las mejores partes - las más sabrosas - comiendo primero las partes malas o secas.

Una noche de esas en que la luna se torna un disco de plata, la oruga verde cantó una canción al amor, al amor infinito que se extendía más allá de su pequeña existencia. La oruga blanca dormía acurrucada contra el tronco del árbol y experimentó una felicidad extrema al comprender que esa canción dirigida hacia el mundo era dirigida hacia ella. Hacia su corazón. A la mañana siguiente la oruga blanca empezó a tejer un capullo. La oruga verde pensó que su amor tejía una mortaja y cuando vio que ésta ya no oía su voz y no respondía sus llamados, murió de pena.

Cuando finalmente emergió la mariposa blanca del capullo, observó el cuerpo inerte de la oruga verde pero no pudo recordar quién era ésta. Divisó el horizonte, el mundo donde incontables mariposas blancas volaban también sobre campos interminables de flores amarillas, desplegó sus alas y marchó donde la llevara el tiempo.