jueves, 24 de julio de 2008

Cartas sin nombre VII

¿La nostalgia es buena? Atesorar recuerdos pequeños ha sido una costumbre desde siempre. Es impedir que un momento del tiempo se destruya, un momento del tiempo que existirá hasta que uno muera. Y tal vez el recuerdo pueda ser eterno si es que el espíritu recuerda más allá de la muerte. Piensa en eso. Llega hacia donde guardas tus propios recuerdos y ponte a mirarlos. Por algo ese papel está allí metido en lo oscuro de un velador. Míralo. Qué sucede con tus pensamientos. ¿Sientes ansiedad? ¿Alegría? ¿Tristeza?...

Por algo ese peluche te mira todas las noches al llegar a tu cama… a quién te recuerda… a un enamorado quizás, a un ser querido… Todos añoramos lo que ya no poseemos y sobretodo añoramos el tiempo que se fue. Ven. Dame un beso. Espero que en el recuerdo de ese peluche y sus ojos brillantes tal vez se refleje aunque sea un segundo, el instante en que te lo regalé. Un beso y un adiós. Así el brillo de los ojos del peluche se traslade al brillo de tus propios ojos, ojos que siempre deben brillar para que yo sea feliz.