miércoles, 23 de marzo de 2011

María (Parte V)

El corazón de María latía con fuerza mientras contemplaba el río en el fondo del valle, sentada sobre un antiguo muro de piedra. Sobre ella el cielo era inmenso y celeste. Se sentía muy alegre y no sabía bien el por qué. Miró sobre el hombro y vio a su compañero de travesía tomando un poco de agua. Sonrió al verlo aparentando despreocupación y estar descansado. Ella estaba jadeando pero él seguía de pie, seguramente tratando de demostrarle que estaba en muy buena condición física.

- Ven – le dijo – siéntate a mi lado. Ella siempre había sentido vértigo pero ahora, por algún motivo extraño, no lo sentía. Sus pies colgaban del muro a una altura realmente peligrosa y hacia abajo solo se veía la vegetación creciendo.

- No te preocupes – soltó él – no estoy cansado.

- No es eso, solo quiero que me acompañes.

Él era una buena persona. La noche de la cena en el hotel, si bien con un comienzo bastante extraño, terminó siendo muy agradable. Era un chico muy interesante. Tenía su misma edad y a pesar de que parecía muy serio siempre tenía alguna frase que le hacía sonreír. Habían decidido tomar juntos el tour hacia el complejo y a la madrugada de esa misma noche habían partido desde la ciudad antigua. Él la hacía sentir muy contenta, sobretodo porque se había dado cuenta que no le gustaba admitir sus debilidades. Como ahora, que trataba de aparentar que no estaba cansado cuando otros turistas con mejor condición física parecían – como mínimo – jadeantes.

- Qué bonito es todo este lugar – estiraba sus brazos María – pensar que me lo iba a perder porque mis amigas no querían venir.

- Justo te iba a preguntar qué había sido de ellas.

- Nada, que a las muy señoronas no les gusta caminar – dejó caer su cuerpo y se echó en la tierra. María toda, era una sonrisa mirando todo; tratando de grabar cada pequeño detalle en su memoria. Volteó para verlo mejor.

- Ah, bueno, seguro habrán venido sólo para la vida nocturna.

- Jajaja, sí supongo que sí.

Alguna vez traería a los niños de la comunidad de Lima aquí, se decía María. Tendría que ahorrar bastante pero los traería la próxima vez que visitase el Perú. Sintió un pequeño escalofrío mientras pensaba esto. Tuvo miedo. Sintió tristeza. No pudo explicárselo. Miró al cielo y trató de concentrarse en el momento y no pensar en otra cosa. Quería estar contenta.

- No me habéis dicho si tenéis novia – la pregunta no sólo lo tomó por sorpresa, también ella se encontró perpleja por haberla hecho.

- No – respondió inmediatamente – soy feliz. Y sonrió. María sonrió también pero no dejó de preocuparle el hecho de sentir una especie de alivio al escuchar esto.

Siguieron trepando alegremente por el complejo. Conocieron una pareja de adultos mayores que venían a conocer el Perú por primera vez y no querían perderse para nada una experiencia inmensa. Decían que podían sentir la energía que emanaba de todas las piedras que los rodeaban. Eran una pareja bastante extravagante, vestidos con mucho colores y él les habría preguntado si eran hippies pero tal vez hubiese sido una falta de respeto. La pareja hippie era muy interesante y habían recorrido el mundo desde que se conocieron y amaron por primera vez. Tenían hijos ya grandes y exitosos pero para ellos el mundo y sus almas seguían siendo libres. Por eso, ahora que todavía podían, querían continuar el viaje juntos.

Hannah había pasado los cincuenta años hace ya buen tiempo, pero en los ojos llevaba una alegría viva, una energía invenciblemente juvenil. Se apartó del camino un poco de los otros tres, como mirando el paisaje. Casi al instante, tal como había anticipado, María se le acercó. Hace cuánto era novia con el chico, le preguntó. María se sonrojó muchísimo y le respondió que no, que eran amigos que se habían conocido en esa misma ciudad. Hannah sonrió, así es el amor, le dijo y no había nada más hermoso.

María no supo qué responderle.

 

…. Continúa …….