jueves, 31 de mayo de 2007

Murmullos Subconcientes (parte II)

Te fuiste, masticando incoherencias, pensando idioteces bajo esa lluvia horrible, increíble en tu ciudad desértica. No lo creías pero la verdad era que Lucía misma te había confirmado lo que te habían contado: había vuelto con su ex…

¿Qué ibas a hacer ahora, Gonzalo? ¿Arrojarte frente a un auto para que te mate? ¡Ja! Das lástima, Gonzalo… tú que creías tenerlo todo, te sentías ahora mísero… Ella te había dejado por un tipejo cualquiera… Eso te dolió… Ella se cagó en tu orgullo… Tú que jurabas no involucrarte jamás con mujeres ridículas que no supieran hablar de nada más que no fuera su vida social te habías metido con una así… Te habías engañado desde siempre, maquillando sus defectos, perdonando sus mentiras, haciéndote el imbécil…

Llegaste a casa y me encontraste sentado en la sala. Estabas empapado y detrás de ti dejabas un caminito de agua… Me dijiste que te cansaste, que no querías sufrir… Te entiendo… Total, estás así porque trataste de ser bueno, cuando trataste de mostrar al mundo de que un hombre sí podía ser fiel, te pagaron con la moneda incorrecta: la traición…

Y aquí estuve yo, esperando a que volvieras, porque tú y yo somos el mismo: tú eres Gonzalo… y yo soy Gonzalo; no somos un Dr. Jeckyll y un Mr. Hyde… no, tal vez somos un ego y un súper ego… pero lo único que te digo es ven, únete a mí de nuevo, siéntate conmigo… a esperar… porque Lucía va a volver, va a arrepentirse de haberte hecho sufrir, a ti Gonzalo-bueno, porque en lo que a mí concierne cuando llegue el momento; he de vengarnos… Por eso, siéntate y planeemos juntos la venganza… por eso siéntate y seamos el que fuimos: el complemento impuro, el complemento feliz… Porque la pureza no es bien recibida en corazones ingratos...

jueves, 24 de mayo de 2007

Murmullos Subconcientes (parte I)

Tienes los ojos tristes. Se nota que no has dormido bien últimamente. ¿Otra vez lo mismo? ¿Otra vez ella? ¡Cánsate, vete y no me digas nada porque te lo advertí desde que la conociste: ella no era para ti!

¡Carajo Gonzalo! No entiendo por qué te armas tantos problemas… y por ella todavía… ¿Qué te hizo que la encontraste tan especial?.. Y no me vengas con esas cojudeces de que la amas… sabes que no la amas…

- Pero… ¿por qué? – qué pregunta más estúpida Gonzalo - ¡No pudiste ser sincera conmigo!.. ¡Ni siquiera al final!...

- Es que… - y ella se quedó en silencio ¿verdad?; bajando la mirada, buscando excusas como siempre. Al final no dijo nada y te dirigió una mirada como de pena y eso te jodió más aún.

- No sabes cómo me siento… - y morías y sentías que la empezabas a odiar…

Empezó a llover, con unas gotas de lluvia horribles, pesadas, amargas; como en esas películas estúpidas que solías ver con ella, mientras la abrazabas y le decías que la ibas a querer ,solo a ella y a nadie más… ¡Creyéndote eso! Creyéndote que eras una buena persona y de que ella te iba a querer por eso… ¡Cómo te engañabas!

Ella no era como tú, no pertenecía a tu mundo y yo lo supe desde el comienzo. Yo te dije que ella no debía ser nada serio y al comienzo me hiciste caso. Eso era bueno, no sufrías… viajabas, ibas y venías teniéndola a ella en casa y a otras muchas en tus viajes… amores de viajero te decía y tú reías… y eras feliz…

¡Mírate ahora Gonzalo! ¡Llorando! ¡Y por algo que no vale la pena!

Un día llegaste corriendo. Me contaste que la habías conocido y que te gustaba. Yo no me opuse a que te le acercaras… es cierto, ella era atractiva y te dije que la enamoraras, que le susurraras todas esas tonterías que les gustan a las mujeres: de que son únicas, de que tienen una sonrisa divina, de que sus ojos matan y bueno… tú ya te sabes el resto.

La enamorabas así ¿o me equivoco? ¿verdad que no, Gonzalo? Cuando llegabas a su casa y conversabas con ella te le acercabas, mirabas sus ojos y le decías que la querías, ella te abrazaba y recostaba su cabeza en tu pecho y lo que era falso se hacía verdadero: tu “te quiero” se transformaba en “te amo, Lucía” y eras feliz y te decías que quizás sí era amor lo que sentías y llegabas a casa y me lo contabas todo… y llegabas a casa y sólo te sentías bien cuando la ibas a ver, porque el resto del día sólo eran angustias

jueves, 17 de mayo de 2007

Cartas sin nombre I (2006)

¿Te envuelven estos sentimientos como a mí? ¿Ves el cielo tornarse cada día más gris, nosotros cada vez más viejos, cada vez más lejos?... Es curioso como unos ojos se parecen tanto a los tuyos y el corazón se me destruye un poco cuando los miro. Mirarlos. Mirarte. Y Tú. Pero tal vez no sólo tú, sino también ella… o es que has vuelto a vivir en ella, en sus ojos pequeños que sonríen… o soy sólo yo que te quiero encontrar en cualquier rincón…. Amor. Sentimiento negado… Pero yo lo necesito… pero yo te necesito. Los pensamientos se enredan y las noches sin dormir me hacen complicado olvidarte… curioso ¿no? Trato de ser alguien nuevo y tu recuerdo me atrapa de vez en cuando: Justo ahora.


“Era inevitable. El olor de las almendras amargas le traía el recuerdo de los amores contrariados…” Cierras los ojos… suspiras y me encuentras al abrirlos. La sonrisa te envuelve, te hace brillar y el libro baila en tu mano, objeto inerte ahora que me encuentras. Nada importa ya, sólo tú. Para mí de la misma manera. El mundo inmóvil e inexistente. Un beso. Un adiós. Tu cabello flotando, el sujetador rojo. Hasta que nos volvamos a encontrar…