jueves, 16 de agosto de 2007

Cartas sin nombre II

Una sonrisa lo borra todo, y si la sonrisa te pertenece, mundos infinitos pierden sentido, pues nada más importa cuando tú existes…

Tal vez los recuerdos lo sean todo: el cielo azul, un calor agradable, los árboles mecidos por el viento y ella en medio del mundo. Ella, con sus ojos lindos, su sonrisa letal, sus cabellos flotando y sus manos juntas sobre las piernas, como una niña buena…
Muchas veces el viento sopla fuerte y te recuerdo. Te recuerdo linda, esperándome en el parque… y tu recuerdo se transforma… y te confundo con otras. Parecías una niña buena y yo, silente, paralizado ante tus ojos; esos ojos que –estoy seguro- todavía tienen efectos similares en aquel en quien los posas ahora… El viento se arrebata y desapareces.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Aquello (Parte Final)

Un ser, una cosa, mordía salvajemente el cuello del viejo y lo tumbaba. El viejo quedó inerte, muerto. Era una figura humana. Sí. Parecía un hombre, tal vez un joven, con un brillo maligno en los ojos. Horrible, con las manos como zarpas y una boca enorme. Tenía una joroba enorme y el cuerpo abultado por un abdomen descomunal. No estaba vestido y abría con sus manos el cuerpo del anciano, desgarrando sus carnes, pero lo miraba a él, mientras metía trozos de carne en su boca inmunda. Se levantó dejando ver su grotesca figura y se acercó a Raúl. Raúl trató de defenderse, levantó la escopeta pero el miedo lo tenía paralizado.

- La curiosidad mató al gato, joven - un revólver se martilló detrás de él.
- ¡¿Qué es ésto?! - preguntó Raúl.
- Es mi hijo, un espíritu errante. Un feto se convierte en espíritu, ¿sabe?; no muere pero crece... y para eso tiene que comer y no precisamente frutas: Yo les he traído hasta aquí.

Raúl iba a decir algo más pero no pudo. El brujo le disparó en la nuca. La luna llena alumbraba ahora horriblemente como sonriendo también ante aquellas abominaciones, como testigo y cómplice eterna del crecimiento de ese espíritu aberrante. Testigo y cómplice eterna de realidades que no se deberían conocer.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Aquello (parte VI)

Raúl salió de su escondite, dejando atrás al viejo, invadido nuevamente por esa curiosidad voraz que antes ya había sentido, pero con cierto temor, apretando fuertemente la escopeta en su mano. Se encontró a unos diez metros del árbol que le había servido de escondite, en el mismo punto donde había visto danzar al brujo momentos antes… Fue en ese momento que escuchó un grito desgarrador, don Segundo pedía ayuda y su grito sonaba fuera del bosquecillo, en dirección a la casa. Seguramente ha encontrado ladrones, pensó Raúl y salió corriendo hacia donde creía escuchar el grito, empuñando la escopeta. Salió y no había nada: solo silencio. La luna seguía siendo un buen farol y se podía divisar perfectamente el panorama en cualquier dirección… excepto… en los algarrobos… y regresó corriendo. Escuchó un segundo grito que – esta vez estaba seguro – provenía del bosquecillo. Vio sombras corriendo y otro grito, ahora Raúl estaba seguro, un ladrón quería eliminar a don Segundo para que no lo delatase. Entró rápidamente y quedó helado con lo que vio.