domingo, 13 de diciembre de 2009

Corazonadas

1195258727_f

Por extraño que pareciese, sonreí. Sonreí al verla tan contenta mirando un horizonte tranquilo de una tarde de verano en una fotografía. Era increíble comprender que algunas personas solo nos traen felicidad, aún a pesar de que nosotros no fuimos ni dimos lo mejor para ellas. Aun así, ese día no comprendí por qué mi corazón sonreía con solo mirar esa foto. Pensé que tal vez era por los recuerdos… pero no, en esa foto no había nada que me trajera recuerdo alguno. Esa foto correspondía a su nueva vida, a la cual yo definitivamente no pertenecía.

Durante varias horas evité hacerle caso a mi inconsciente corazón y le interrumpía cada vez que trataba de decirme que tal vez era “amor”. No sueñes, le respondía en cada oportunidad que tenía para empezar a pronunciar sus diversos discursos sobre el cariño lejano. Yo no quería nada de eso. Yo quería felicidad. “Terriblemente, tu felicidad está lejos y mira un horizonte lejano sonriendo. ¿Y sabes por qué? Porque ese horizonte lejano que mira es una dirección y esa dirección es hacia donde estés.”Luego, mi corazón no me dijo nada más.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Pensamientos Absurdos I

No todos los hombres tenemos una neurona. A algunos - los afortunados - nos basta con la mitad.

martes, 20 de octubre de 2009

Relatos Satélites

Nota: Antes de leer estas historias aconsejaría leer “Un hombre sentado”. Gracias.

I

Uno a uno los pétalos del rosal iban desapareciendo en la oscuridad total que aprisionaba a la carretera aquella noche. El rumor constante de los grillos y la garúa ridícula de la estación parecían confabularse para hacerle sentir miserable. Así - decía para sí mismo - el hombre no puede vivir sin amor mucho tiempo, de la misma forma que no puede vivir sin espíritu. De todas las cosas que decía por aquel tiempo; esta parecía ser la que menos sentido tenía. Y es que eran tan antiguas las palabras de cariño que alguna vez había dado que le parecían ahora imposibles. Sonrió una vez más sintiendo un escalofrío recorriéndole el cuerpo en el recuerdo triste y cálido a la vez de aquella a quien amó. Te quiero demasiado dijo. Nada más y nada más. Se dejó llevar por el camino siguiendo el sendero marcado por el agua escurriendo hacia las afueras de la ciudad y desapareció.

 

II

Uno a uno los pétalos del rosal caían en la noche emitiendo un sonido leve al llegar al suelo. El caminante se detiene un instante a observarlos a la tenue luz de una luna menguante. Lejos, se escucha el cuchicheo feliz de dos enamorados encontrando cariño al amparo de la oscuridad. Pareciera que alguien más acompaña a la pareja, pero esta otra persona los mira de lejos; perdiéndose en ensoñaciones propias de sus propios recuerdos.

Entre los suspiros de amor y las sonrisas del pasado el caminante lleva su mirada hacia el final del camino. Allá a lo lejos se presienten sonrisas llegando y el ladrar de unos perros. Tal vez en la noche encontraba sosiego. Tal vez en la noche, en esas horas en que la neblina hacía crujir el pasto con su envoltura helada se sentía distinto, tal vez una persona mejor.

viernes, 17 de julio de 2009

Hablar de amor

Hablar de amor es algo que el hombre hace casi instintivamente. Desde que amanece, muchos ya piensan en cariño. Durante el día fantasean con aquella persona que les alegra el corazón y al dormir sólo sueñan con ella. Todas las palabras son insuficientes para expresarse cuando uno está enamorado. Todo el tiempo del infinito es poco cuando uno desea tener la compañía de aquel a quien ama. Todos queremos ese tiempo y esas palabras dirigiéndose una y otra vez hacia esa persona y hacia nosotros. Todos buscamos amor. Todos queremos encontrarlo, pero tememos sufrir. No comprendo. ¿Desde cuándo el amor se tornó sufrimiento? ¿Algo que nos puede hacer tan felices nos puede hacer sufrir? ¿Por qué?


A veces crees que es difícil dejar a los sentimientos expresarse libremente. Es que las personas no solemos dejar fluir nuestras emociones. Muchas veces hemos sido heridos pero, a pesar de eso, estamos allí, luchando y luchando; sintiéndonos tristes por no querer sufrir, pero realmente tristes por querer querer. Esa tristeza se torna en miedo y eso es lo más terrible de todo.


Qué tan difícil es decir: te quiero… intentemos algo. No creo que lo que podamos sentir sea algo tan difícil de mantener. No creo que de un sentimiento tan extraordinario como el cariño pueda surgir el sufrimiento perenne de la decepción. A mí no me parece. El cariño, como los recuerdos, permanece siempre. Sólo falta confianza. ¿Cuántas veces has querido ser esa confianza? Hoy, yo quiero ser tu confianza.

viernes, 10 de julio de 2009

Esta mañana

“Esta mañana
me di cuenta que no hay nada
que yo pudiera hacer
para que deje de una vez
de llover…”

Esta mañana. Coti

Existen infinidad de deseos encerrados en la mente y el corazón del hombre. Lo más terrible es que estos deseos puede que no sean nunca manifiestos: por miedo, por orgullo, por evitar que esas máscaras que utilizamos cada día al levantarnos se agrieten y dejen ver quienes somos realmente.

¿Quién soy realmente? ¿Quiero que mi máscara caiga? Te soy sincero: últimamente sí. Quiero que veas quien soy. Que me quieras o no, no es algo que esté en mis manos y es algo que es tan valioso que difícilmente trataré de forzar. Las cosas que deben de nacer, nacerán. De otro modo, sólo se ha de vivir una fantasía sin cariño. Y eso no es lo que quiero contigo.


El mundo está lleno de corazones, me dicen. Así es, pero cuántos corazones son como el tuyo… Esta mañana, al despertar tomé mi máscara, me di cuenta que la vengo usando desde mucho tiempo atrás y que sólo me la he quitado en muy contadas ocasiones. Ya no más. Para ti, seré yo.

sábado, 6 de junio de 2009

Mi ciudad

Mi ciudad todavía tiene ese encanto de pueblo chico. De calles alumbradas por el sol de un atardecer rojizo. De un viento tibio endulzado por el suspirar de las flores que tratan de alcanzar las nubes tan distantes. Los colores, las formas, los objetos se me hacen tan entrañables, tan míos. A lo lejos alguien canta una canción acompañado por una guitarra y unas palmas que le ayudan balanceando el ritmo. Risas y sonidos. Muchachas lindas que conversan cosas tan increíbles que las hacen sonrojar pensando; tal vez en besos, tal vez en novios –…quién sabe – amor.
Así como extraño recorrer sus calles, extraño vegetar tendido en el jardín de la casa. Extraño a los amigos que podían llegar a horas inconcebibles, siempre inesperados; siempre bienvenidos. Extraño sus conversaciones que a veces parecían ser infinitas. Extraño también, ser yo en mi propio mundo, encerrándome en mis pensamientos en momentos en que sentía la necesidad de hacerlo.
El mundo ahora parece demasiado grande, inabarcable para mí. Es la primera vez que me siento diminuto, sin embargo, no tengo miedo ante la ciudad que me alberga ahora. No tengo miedo ante los tropiezos que puedan existir. Ahora mi vida está aquí. Este presente puede no ser lo que yo he querido, pero es el que recorro.
No he visto mi futuro todavía, no sé qué caminos ni qué ciudades recorrerán mis pasos, no sé dónde he de vivir ni quién me ha de acompañar. No he visto la cara de mis hijos ni he escuchados sus risitas… debe ser que todavía soy joven… sin embargo desde ahora ya reconozco que los últimos días de mi vida los he de pasar en mi ciudad. Con sus calles tibias, con su viento dulce, con la alegría de su gente y con sus muchachas sonriendo eternamente por amores que vendrán.

martes, 24 de marzo de 2009

Por el camino

La soledad me encontró en un recodo del camino, estando malherido y con el corazón deshecho. Ella me tendió la mano, me cuidó y rehízo mi corazón. A partir de ese día, la soledad fue mi compañera de viaje. Día tras día me contaba historias similares a la mía, de mujeres insensibles que maltrataban los sentimientos ajenos. Durante ese tiempo yo pensaba que la soledad estaba en lo correcto. A ella le debía estar de nuevo en pie. A ella le debía el haber sobrevivido al dolor.

A veces nos topábamos con algún pueblo. Las jóvenes se acercaban a mí sonriendo, esperando que les cuente alguna historia de las muchas que traía de mis viajes. En algunos ojos veía ternura, pero en la mayoría sólo encontraba un interés hipócrita, que me hacía desconfiar. Nunca me quedé mucho tiempo en estos lugares y jamás me enamoré de ninguna de las que había conocido. La soledad me repetía que hacía bien. De ese modo, no sufriría. Y así parecía en realidad.

Una mañana, continuando el viaje me encontré con ella. Ella era una muchacha pequeña que tenía el cabello negro y venía terriblemente contenta. Me contó que iba a una ciudad que se encontraba unos días delante. Decidí acompañarla. Sus ojos me gustaban y no percibí en ellos ningún sentimiento negativo. Cada día que pasé a su lado, conociendo un poco más de ella a cada paso que dábamos, me di cuenta que empezaba a quererla. La soledad no se había marchado todavía y me susurraba que ella era igual a todas las que me habían herido antes. Cuando dejé de hacerle caso se marchó y ese día me sentí libre para querer a la muchacha pequeña y alegre.

Llegando a su ciudad le dije a la muchacha si quería continuar el viaje conmigo. Ella me dijo que no. Acepté su respuesta, triste, y me fui. Comprendí que ella quería perseguir sus sueños. La soledad aprovechando la tristeza se acercó a mí con sus frases de siempre. No. Le dije. Ella no es igual a las demás. Además, quererla no es sufrir; es una alegría en mi vida. Desde ese día la soledad no me acompañó más.

Al de despedirme de la muchacha, le dejé una nota. Le dije que si algún día estuviese lista, me encantaría que me acompañara a recorrer mi camino. No importaba que no me acompañase hasta el final, sé que algún día habría de cansarse, pero cada día que pasara a su lado sería infinito para mí.

Gato

Los gatos siempre me animan. Tal vez lo verde de sus ojos sean la esperanza que necesito. Esperanza que me permita despertar cada mañana. Tal vez en lo verde de sus ojos se refleje aquella persona que busco. De ahí que el gato sonría cada mañana, cuando lo encuentro. Un animal feliz que me espera en la puerta de la casa. Ese gato sabe mucho y calla, afortunadamente, también mucho. Sabe de mis noches de ternura y de mis amores de amaneceres trágicos. El gato me contempla ahora meciendo su cola, jugando, porque sabe que vengo contento. Gato te ruego, ya que sabes a quien busco, hazle saber que la quiero y que la alegría que te invade se me contagie; por ella.

domingo, 1 de marzo de 2009

Estas noches de luna

Estas noches de luna: luna triste, luna alegre. Luna que trata de encender ternura en los corazones humanos. A veces estos le oyen, muchas veces no. Muchas veces al amparo de los débiles rayos de la luna las parejas se juran amor eterno. Lo eterno sin embargo es ajeno y lejano. Lo lejano no deja de ser deseable y lo deseable se convierte en una mujer que se pasea sola y triste, buscando ocultarse en las sombras, lejos de los destellos de la luna.