domingo, 23 de enero de 2011

María (Parte IV)

Colgó y disculpa es que las amigas con las que vine quieren que me reúna con ellas ahora y pues que no podía porque estoy aquí contigo y que me tienen que comprender. ¡Ah! Soltó él y dentro de sí rió porque al menos había adivinado que sí había hablado sobre él.

- Pero, qué, ¿tan poco se dijeron? – pues había conversado casi sin pausas respiratorias por unos cinco minutos eternos para él.

- Ah no, es que María, mi amiga, me dijo que tenga cuidado porque acá hay muchos que vienen únicamente por, bueno, follarse extranjeras – y le mandó una mirada bastante obvia – pero sé que contigo estoy segura… ¿no? – y sonrió inocente.

- Claaaaro… - dijo y tal vez porque en ese momento odió tanto a esa amiga acusona, que no se percató en la curiosa coincidencia de nombres. Bah, tanta gente que se llama así.

La cena estaba perfecta. Cada bocadito era sabroso y ella estaba muy contenta. Le contó que venía de Galicia y que con sus amigas estaban haciendo obras sociales en el país. Se sorprendía de muchas cosas como que siempre se sirviese arroz en la mayor parte de platos o que siempre hubiese maíz en diferentes versiones para comer. Le contó sobre estos niños a los que ayudaba, cómo estaban contentos por aprender cosas nuevas y que ella hacía de maestra y que le encantaba el país a pesar de la pobreza. Claro, allá también tenían pobreza, le dijo pero no he visto tantos niños sufrir ni tantos niños tan felices porque yo haga cosas tan sencillas como cantarles, enseñarles y compartir con ellos.

Y es que era difícil explicarle a María que esos niños pocas veces recibirían afecto sincero de una mujer que era “diferente”. Diferencia que sólo consistía en un color de piel o algunos atributos físicos. Curiosamente, María había sabido romper estas barreras y las madres, que al principio la veían con desconfianza pudieron acercarse y hacerla parte de su pequeña comunidad. Pobre y todavía triste alrededor de Lima, pero que María había sabido hacer suya con todo su cariño.

… Continúa …