martes, 20 de octubre de 2009

Relatos Satélites

Nota: Antes de leer estas historias aconsejaría leer “Un hombre sentado”. Gracias.

I

Uno a uno los pétalos del rosal iban desapareciendo en la oscuridad total que aprisionaba a la carretera aquella noche. El rumor constante de los grillos y la garúa ridícula de la estación parecían confabularse para hacerle sentir miserable. Así - decía para sí mismo - el hombre no puede vivir sin amor mucho tiempo, de la misma forma que no puede vivir sin espíritu. De todas las cosas que decía por aquel tiempo; esta parecía ser la que menos sentido tenía. Y es que eran tan antiguas las palabras de cariño que alguna vez había dado que le parecían ahora imposibles. Sonrió una vez más sintiendo un escalofrío recorriéndole el cuerpo en el recuerdo triste y cálido a la vez de aquella a quien amó. Te quiero demasiado dijo. Nada más y nada más. Se dejó llevar por el camino siguiendo el sendero marcado por el agua escurriendo hacia las afueras de la ciudad y desapareció.

 

II

Uno a uno los pétalos del rosal caían en la noche emitiendo un sonido leve al llegar al suelo. El caminante se detiene un instante a observarlos a la tenue luz de una luna menguante. Lejos, se escucha el cuchicheo feliz de dos enamorados encontrando cariño al amparo de la oscuridad. Pareciera que alguien más acompaña a la pareja, pero esta otra persona los mira de lejos; perdiéndose en ensoñaciones propias de sus propios recuerdos.

Entre los suspiros de amor y las sonrisas del pasado el caminante lleva su mirada hacia el final del camino. Allá a lo lejos se presienten sonrisas llegando y el ladrar de unos perros. Tal vez en la noche encontraba sosiego. Tal vez en la noche, en esas horas en que la neblina hacía crujir el pasto con su envoltura helada se sentía distinto, tal vez una persona mejor.